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Composiciones atmosféricas
de Josep Navarro Vives

Creador y sobreviviente a diversas etapas y corrientes, Navarro Vives ha construido, desde su versatilidad y a lo largo de más de medio siglo de labor artística, un lenguaje plástico acorde con una singular visión de lo material; es decir, se ha propuesto la recomposición de la realidad a partir de los detalles que sus emociones terminan por reconstruir. En mi novela, Besos pintados de carmín, traté de dar una imagen de las sensaciones que la obra de este artista despierta en mí, tomando un momento en que tres personajes se encuentran en su supuesta casa con tres cuadros recargados en una pared, y piensan que seguramente Navarro los acaba de pintar y quiere mostrarlos. El narrador comenta:

En cada una de las pinturas, envuelta en una sinfonía de grises había una barca en medio de una playa desierta. El mar se adivinaba al fondo, oculto por una espesa niebla. Era imposible saber si alguien había desembarcado o estaba a punto de zarpar, si el sol iba a despuntar o acababa de ocultarse. Lo único patente era la desolación, la melancolía cromática. La barca era un pretexto para señalar que nada era seguro, que la incertidumbre era lo único cierto, lo único que interesaba al pintor, lo único en que el espectador habría de naufragar.
Las pinturas de Josep Navarro despiertan esos ecos, esas sensaciones en quien las ve; uno puede admirar la perfección estilística o no, pero es imposible abstraerse al mundo emocional que despiertan sus colores abrumados, sus objetos envueltos siempre en sueño, y siendo además que su trabajo deriva de una introspección permanente, tanto sus principios estéticos como los trazos y vivencias –plasmados en cada pieza– son el objetivo de un cuestionamiento que tiene precisamente como eje la ubicación del lugar, el del artista y el espectador, en un mundo que no deja de moverse.
Prevalecen la duda y la necesidad de dialogar con el presente. “Si un hombre es un artista puede pintarlo todo”, refería Oscar Wilde con un dejo de asombro ya que no sabemos nunca lo que un artista va a hacer, pues no es un asunto de especialización sin más, sino algo sencillo de explicar: disciplina y voluntad, o si se prefiere un lugar común, inspiración.
En el caso de Navarro el conjunto de su obra puede interpretarse como la búsqueda de un tiempo alterno, con dinamismo propio, donde el color determina las percepciones de ese otro ritmo que una sociedad cada vez más volátil y voraz es aún capaz de asimilar. Tal vez otra apreciación de Wilde tenga cabida bajo este horizonte: “El objeto del arte es pulsar la cuerda más divina y más secreta que produce música en nuestra alma; y el color es, en realidad, por sí mismo, una presencia mística sobre las cosas, y se asemeja a una especie de centinela”.

Sealtiel Alatriste, fragmento tomado del catálogo Composiciones atmosféricas, UNAM, MUCH, 2011.

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