Textos

Creo que desde los ensayos comenzó a construirse una atmósfera particular dentro del grupo, no sólo a partir de la convivencia, sino también del baile. Eso le dio vida a Úumbal, le dio personalidad y carácter. Le dio identidad.
En las rutas, al principio, me sentí un poco desprotegida e insegura en algunos momentos, el temor de que alguien me fuera atropellar.


Pienso en la velocidad y el estado tan vertiginoso y ruidoso en el que vivimos, al menos en la Ciudad de México. Parece que este mundo no se puede parar, por eso de alguna manera esta coreografía nos desveló una invitación a la pausa, a tomarnos el tiempo, a experimentar el gesto sutil.


    Esta experiencia me permitió, además, confiar y creer en mí, reconocer que las propuestas de todos son valiosas.


    Recuerdo cómo haciendo la Ruta 3, muy alterado, se me acercó un policía vestido de civil, porque el contingente [que ascendía a más de 200 personas] ya iba rumbo al Monumento a la Revolución. Helicópteros nos sobrevolaban. El policía no sabía descifrar lo que estaba pasando, y eso por alguna extraña razón, me hacía muy feliz.

    La amabilidad con la que reclamamos la calle fue una batalla sin la connotación violenta o agresiva que implica, sino un recordatorio alegre.




    Hacía poco había roto una relación de conflicto con un grupo y tenía mucho miedo a la colectividad, pero este grupo me hizo creer de nuevo que trabajar en equipo era posible.

    La alegría de uno se convertía en la alegría de todos.

    ¿Cómo hacemos colectividad sin que se pierda la autonomía? Es decir, ¿cómo nos movemos juntos sin borrar a cada una de las personas que participan?




    Algunos creían que había sucedido un accidente, otros creían que estábamos juntos preparando una manifestación, incluso algunos policías pensaban que era un movimiento estudiantil.




    Audios





00:00 "/" 00:16

 





00:00 "/" 00:22



    00:00 "/" 00:22