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Por mi espíritu, hablarán mis trajes

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Sol

01Corazones con ojos

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Iglesia

Astrid Hadad “Por mi espíritu hablarán mis trajes” 

Soy la multimamada
siempre doy todo y no me dan nada
soy la piñata brillante, raspada,

golpeada, rota y regalada.

La multimamada/Astrid Hadad

La sátira es un recordatorio autocrítico de la cultura. Astrid Hadad no se limita a la parodia: recrea el rito, personifica el mito y revela el objeto del cinismo con todo y sus gestos característicos, es decir, los tics que han patentado “lo mexicano”. Las ideas de Hadad son una suerte de mayéutica picaresca en que el atuendo deja entrever que no es precisamente un museo ambulante de culturas populares. Las fuentes y las citas de representantes de la canción vernácula son francas y eso hace que la diatriba sea más poderosa.

Quien ha querido capturar la “netafísica”del México profundo en todo su esplendor, toma la melancolía como postura histriónica para mostrar al mexicano como un buen salvaje: rendido ante sus tradiciones patriotas (o matriotas) y  la iconografía que las ensalza, dentro de su imaginario laberinto, cantando el Cucurrucucú. Hadad pone el chile en la llaga. Mediante la yuxtaposición de los empachos estridentes de “lo nuestro” y la pachanga de sus significados, celebra una juerga con los semblantes pastoriles que, se supone, son el ingrediente aglutinador que hace posible la identidad nacional.

La actriz, cantante y diseñadora, pone en duda algo más que la vigencia de los arquetipos: el hecho de que sean objeto de turismo antropológico y curiosidad de un exotismo ojeroso. Muestra de ello es el contraste entre la imagen del México maquilado con fines de lucro, con su ayayay! como etiqueta de distinción, y su verdadera actitud tras bambalinas. Como ejemplo, la industria textil no deja mentir. La producción de la indumentaria-souvenir y la del vestido comercial a gran escala da cierta orientación respecto al trecho que hay entre la fábrica de ensoñaciones mexican curious y los matices de la vida tal cual es. Hadad se aparta de ambas en el sentido de que los vestidos que ha diseñado están hechos para habitarse, y forman parte de una puesta en escena. Pero también hablan por sí mismos como confecciones basadas en la técnica. Los excesos del barroquismo en los motivos que los decoran son la vena kitsch por donde transita la sangre caliente que han dicho que poseemos sin tomarnos antes la temperatura.

¿Por qué la indumentaria podría ser un rotundo termómetro de las usanzas? Porque es más reveladora y agitada que la piel. Y esa epidermis que es la guasa, según un conocedor como Chesterton, se trata de un contraste superficial que cubre una armonía sustancial.


Hasta el 19 de agosto
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Monja coronada

 

 

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